Los saunas pueden ser una buena herramienta para combatir la depresión

Ya se conocen los resultados preliminares de un ensayo clínico sobre el uso de la exposición al calor para combatir la depresión, y alimentan un cauto optimismo de que la práctica del sauna podría convertirse en un tratamiento aceptado.
Persona disfrutando de la vista desde un sauna
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La depresión te calienta. En la década de 1980, los psiquiatras empezaron a observar que los pacientes con síntomas depresivos tenían una temperatura corporal más alta que las personas que no los padecían, y que su temperatura corporal no fluctuaba tanto a lo largo del día. Cuanto más grave era la depresión de un paciente, más alta solía ser su temperatura.

Desde entonces, los investigadores han observado que cuando la depresión de una persona mejora , su temperatura corporal se regulariza, "independientemente de cómo se haya mejorado su depresión: terapia electroconvulsiva, psicoterapia, antidepresivos, lo que sea", afirma Ashley Mason, psicóloga clínica del Centro Osher de Salud Integral de la Universidad de California en San Francisco. Esto hizo pensar a Mason: si ambas cosas están relacionadas, ¿qué ocurre con los síntomas de una persona deprimida si se provoca un cambio en su temperatura?

La interesante relación entre el sauna y la depresión

Hay un grupo considerable de personas que ya juegan con su temperatura corporal con regularidad y que pueden ayudar a responder a esta pregunta: los usuarios de saunas, que elevan su temperatura y, al hacerlo, también ponen en marcha sus sistemas de refrigeración corporal. Anecdóticamente, los saunas se asocian a niveles elevados de bienestar, pero solamente se ha investigado de forma limitada su impacto en las enfermedades mentales.

En un pequeño estudio de 2005, las sesiones de sauna parecían ayudar a las personas con depresión leve a recuperar el apetito perdido, sentirse más relajadas y notar una pequeña mejoría en sus síntomas. Y en una investigación de 2016, 30 personas con trastorno depresivo mayor completaron un ensayo clínico de seis semanas de "hipertermia" infrarroja (es decir, elevar su temperatura en una cámara de infrarrojos) y, de nuevo, su depresión pareció disminuir. Estos resultados llamaron la atención de Mason: "El hallazgo me hechizó", recuerda. "Cuando ves un efecto así, no quieres dejarlo pasar".

Ese trabajo inspiró a Mason a investigar más a fondo la relación entre la temperatura corporal y la depresión. En primer lugar, analizó siete meses de lecturas diarias de la temperatura y los síntomas mensuales de depresión de más de 20,000 personas para demostrar la fuerza de la conexión: efectivamente, las temperaturas corporales más altas se correlacionaban con los síntomas depresivos.

Hipertermia corporal total

A continuación, su laboratorio llevó a cabo un ensayo clínico para empezar a comprobar el poder antidepresivo de la exposición al calor extremo. Los resultados preliminares del pequeño estudio, publicados el martes en la revista International Journal of Hyperthermia, sugieren que una forma de tratamiento térmico que el equipo de Mason denomina "hipertermia corporal total" puede reducir los síntomas de la depresión, potencialmente de forma significativa.

En el estudio, 12 adultos con depresión recibieron ocho sesiones semanales de terapia cognitivo-conductual (TCC), acompañadas de al menos cuatro sesiones de calor durante este período. Las sesiones de calor duraban hasta 140 minutos, o hasta que la temperatura central de los participantes alcanzaba los 38.5 grados centígrados, 1.5 grados por encima de la temperatura corporal humana media. A cada persona se le había diagnosticado un trastorno depresivo mayor, con base en entrevistas clínicas y en un cuestionario conocido como Inventario de Depresión de Beck-II, o BDI-II, en el que las puntuaciones más altas indican una mayor gravedad de la depresión.

El equipo de Mason esperaba observar cambios en el estado de ánimo en las entrevistas posteriores al tratamiento, así como una reducción de las puntuaciones del BDI-II; un descenso de tres o más puntos en el BDI-II se considera clínicamente significativo, y los ensayos de TCC a veces reducen las puntuaciones del BDI-II entre cinco y nueve puntos. Lo que vieron fue mayor: las puntuaciones de los participantes descendieron una media de 15.8 puntos. Las puntuaciones en cuestionarios separados sobre "pensamiento automático negativo" (pensamientos voluntariamente sesgados que son frecuentes en la depresión) también disminuyeron alrededor de un 20%, lo que apunta a una posible mejora. Al cabo de ocho semanas, 11 de los 12 pacientes ya no alcanzaban el umbral del trastorno depresivo mayor.

"La premisa es estupenda"

Eso opina Earric Lee, fisiólogo del Instituto del Corazón de Montreal, en Canadá, quien no participó en el estudio pero ha dirigido otros sobre el sauna desde que terminó su doctorado en Finlandia. Intentar alejarse de la farmacología es algo positivo". Más de 250 millones de personas en todo el mundo padecen trastorno depresivo mayor, y decenas de millones no responden a ningún tratamiento disponible.

Un estudio tan pequeño no prueba que la terapia de sauna pueda tratar la depresión. "Los estudios de un solo brazo (donde los grupos se toman de estudios diferentes para su comparación) tienen debilidades significativas", admite Mason. La cohorte era demasiado pequeña para probar múltiples escenarios, como diferentes grados de calentamiento, TCC sin calor o un intento de placebo. Engañar a las personas para que piensen que han recibido un tratamiento de calor cuando no es así es difícil, pero no imposible: el estudio de 2016 sobre hipertermia tenía un brazo placebo que sometía a las personas a un calor suave, y convenció al 72% de los participantes de que estaban recibiendo el tratamiento real.

Pero estos resultados refuerzan la corazonada de Mason de que las sesiones de calor pueden aliviar los síntomas debilitantes de la depresión, y que esta es una vía que debe explorarse mejor. Ocho semanas de TCC por sí solas no deberían lograr tasas de remisión tan altas.

Adam Chekroud, profesor adjunto de psiquiatría en la Universidad de Yale, aprecia el beneficio potencial de la rutina de hipertermia, pero sigue siendo escéptico acerca de por qué el estudio de Mason produjo los resultados reportados. Por un lado, en el estudio de Mason algunos de los participantes realizaban sesiones semanales de sauna, mientras que otros realizaban sesiones quincenales; Chekroud cree que el beneficio de recibir una "dosis más alta" de calor se manifestaría si la intervención fuera tan potente como los antidepresivos eficaces. "El efecto placebo es poderoso en salud mental", asegura.

Aun así, Chekroud ve el valor de estas exploraciones. "Gran parte de la historia de los tratamientos para la depresión empezó siendo un poco experimental", aclara. El ejercicio, la meditación y el yoga son opciones mente-cuerpo potencialmente efectivas. "El ejercicio es un tratamiento fenomenalmente efectivo", recomienda Chekroud, señalando su propio estudio de 2018 en The Lancet que analiza datos de 1.2 millones de personas.

Comparar la terapia de calor con el ejercicio no es totalmente infundado

Más allá de solo sudar y aumentar el ritmo cardíaco, el ejercicio, igual que el uso de un sauna, también requiere salir de la cama, hacer un plan y tal vez interactuar con personas, acciones que en sí mismas pueden tener un impacto en el estado de ánimo. "Volverás a casa y te sentirás orgulloso de haber hecho un cambio en tu vida", sostiene Chekroud. "Psicológicamente, estas son grandes similitudes".

Pero es plausible que el propio calor también contribuya, apunta Lee, el fisiólogo del sauna. Sabemos que la termorregulación se correlaciona con el estado de ánimo y se mueve en tándem con los ritmos circadianos. El cuerpo suele enfriarse por la noche y calentarse por la mañana temprano, pero esta regulación de la temperatura se altera en caso de depresión grave. Esto puede afectar al sueño, que también está relacionado con el estado de ánimo.

Las dosis de calor extremo pueden tener algún tipo de efecto de "hackeo" o restablecimiento de la termorregulación, lo que cambia el estado de ánimo. El sauna puede poner en marcha la programación de "enfriamiento" del cuerpo, menciona Lee. "Le haces creer que necesita bajar mucho más su temperatura", indica, "así que lo hará rápidamente".

Sea cual sea el mecanismo, la terapia de calor puede ser más accesible para la gente que los fármacos, la terapia de conversación o los entrenamientos vigorosos. "Sabemos que el ejercicio funciona para la depresión", dice Mason. "Simplemente es mucho más fácil conseguir que alguien se tumbe en un sauna durante un rato que salir a correr durante una hora, especialmente si tiene depresión". Lo mismo para las personas con discapacidad.

El ensayo de Mason está aún a varios años de distancia, y a muchos dólares de subvención, de determinar realmente la eficacia del calor antidepresivo, aunque los nuevos resultados han reforzado su optimismo. "Un tratamiento de la mente y el cuerpo con ese tipo de resultados merece sin duda más estudios", defiende. "Su objetivo a largo plazo es acumular suficientes pruebas convincentes para que las compañías de seguros cubran prácticas como el sauna, "de modo que cuando una persona con depresión considere un menú de opciones de tratamiento, ésta esté en el menú".

Artículo publicado originalmente en WIRED. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.