HIT ME HARD AND SOFT

HIT ME HARD AND SOFT

Todo el mundo sabe que a Billie Eilish le gusta ir a contracorriente, y a pesar de ello, HIT ME HARD AND SOFT ha impactado como un meteorito. Se trata de un proyecto más que completo, con una extraordinaria amplitud de miras, que sorprende por su valentía y por la teatralidad que en él desprende una artista que tiene el mundo a sus pies y es plenamente consciente de ello. En unos condensadísimos 45 minutos, Billie hace exactamente lo que promete y sorprende a quienes la escuchan con una asombrosa combinación de cálidas guitarras, delirios electrónicos y una empoderadora reivindicación del placer queer, junto con pistas más suaves que incluyen desde incursiones en el lounge a lacrimógenas baladas en las que la californiana le canta al desamor. Y pese a la disparidad de teclas tocadas, es un álbum que no zozobra en ningún momento gracias al buen hacer de su creadora: a su delicada voz, a sus lúcidas letras y a su habilidad única para hacer que la dulzura suene monumental. HIT ME es el tercer álbum de Billie y, como en los dos anteriores, la artista ha vuelto a contar con su hermano y socio creativo FINNEAS. Al conceptualizarlo, este galardonado dúo de compositores tenía la intención de crear uno de esos trabajos en los que el oyente se siente como si lo hubiesen arrojado a un universo alternativo. Y da la casualidad de que ese universo es muy parecido al que ya dibujaron en su aclamado debut de 2019, WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO? En muchos aspectos, este proyecto parece una especie de secuela de aquel álbum y se distancia del jazzístico Happier Than Ever (2021), que, según la propia artista, se grabó en medio de una neblina pandémica confusa y deprimente. En los tres años que han transcurrido desde entonces, Eilish ha intentado volver a ser ella misma: salir al exterior, quedar con colegas y hablar sin tapujos sobre el sexo y la identidad, cosas que le hacen sentir auténtica y, a falta de una palabra mejor, normal. Todo apunta a que está dando resultado. En temas como “THE DINER” o “CHIHIRO”, Eilish da la impresión de regresar a casa, a ese lugar feliz en el que la creatividad fluye sin esfuerzo, desempolvando esas sensibilidades inquietantes y oscuras tan suyas, renovándolas y haciéndolas crecer como nunca. En otros casos, usa esos paisajes sonoros que tan bien conoce para tomar nuevos e inesperados derroteros. “L'AMOUR DE MA VIE” pasa de ser una balada jazz a un trance en el que reina el autotune, mientras que “BITTERSUITE” empieza con la discreción de la bossa nova antes de caer en una colosal cascada de sintetizadores de atmósfera cinematográfica. Como compositora, aún se muestra apegada a sus vulnerabilidades, aunque, a sus 22 años y con un garaje repleto de premios Grammy y Oscar, esas flaquezas no pesen tanto. Hoy es la desazón, y no sus inseguridades, lo que la mantiene despierta de noche, y por eso mismo sus canciones se revelan más sustanciosas. En “LUNCH”, un temazo ardiente con una irresistible línea de bajo como protagonista, Eilish le canta a esa mujer que le ha robado el corazón: “I’ve said it all before, but I’ll say it again/I’m interested in more than just being your friend” (Ya lo he dicho antes, pero lo vuelvo a decir/Quiero ser algo más que tu amiga). Sus letras aquí no son simples coqueteos lascivos. Son una forma de volver a acaparar todas las miradas, pero esta vez más madura, más sabia y siendo plenamente ella misma.

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